Una vieja canción, aseguraba que: “Uno no es lo que quiere, sino lo que puede ser”; esta frase encierra la posibilidad que somos todos, pero no toma en cuenta, a mi manera de ver, lo que podemos ser en tanto voluntad.
Antes de que cada uno de nosotros fuera engendrado, éramos millones, es decir, una posibilidad en millones. Pero fuimos el más fuerte, el más veloz, el de la voluntad más enérgica.
Entonces, si queremos atribuirle a la suerte nuestra existencia, debemos pensar que estamos marcados por ella, es decir, que somos lo que somos por ella; Pero hablar de esta manera, sería desmeritar nuestro esfuerzo. Si llegamos a esta conclusión quiere decir que nunca hemos hecho nada por nosotros mismos, y que el azar ha regido toda nuestra vida.
Muchas veces, la suerte debe cargar con el peso infame del fracaso o las dulces mieles de la victoria. Es un lecho tibio o una oscura caverna. Depende de la justificación que se le quiera dar.
Al contrario, si damos un repaso a nuestra vida, descubriremos que somos lo que somos por nuestra voluntad.
Tan cotidiana es nuestra voluntad, que casi pasa desapercibida. Todo lo que hacemos es un acto de voluntad. Inclusive sea éste, en contra de ella misma.
La voluntad existe aún en contra de lo que queremos, es decir el acto de “hacer”, es una manifestación de voluntad.
Como posibilidad, podemos “SER”. Y ese “SER” no es más que la manifestación de nuestra voluntad.
Quien se ve al espejo, y piensa que es producto de la suerte o del destino, sea un triunfador o un fracasado, olvida su propio esfuerzo o apatía; y definitivamente no está viviendo.
Vivir es un acto de voluntad, si éste es pobre nos lleva al fracaso, y si es fuerte no hay nada que no se pueda lograr.
“Uno es lo que quiere, no lo que puede ser…” Discúlpame José José.
Imagen cortesía de: http://programaconversandoenpositivo.blogspot.com/2010/04/conversando-con-sylvia-langford-y-con.html
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